Olor a llanto
¡Feliz Navidad! grita una niña desde su ventana mientras escucha los gritos de sus padres en la otra habitación; no sabe si se aman como pocas noches lo hacen bajo los efectos del alcohol o si se pelean a muerte por dinero, sexo o la amiga de papá.
Entonces llora deseperada hecha un ovillo en su cama, mientras oye villancicos en su grabadora, pues irónica es su educación bizarra que sus padres prohiben escuchar música aberrante.
Duerme tristemente en su cama rosa y sueña que se divierte en el carrusel llevando en su manita un algodón de azúcar; el único momento que sintió felicidad.
Veinte años después despierta en su cama, ya no es rosa, ya no oye villancicos y sus padres murieron ayer, pero es tan absurda su existencia petrificada que de su alegre pasado solo recuerda el olor a llanto.
El miedo que sintió entonces se ha convertido en odio, sus uñas ahora son negras y su lindo vestido de encaje se transformó en charol tinto y terciopelo negro, intenta borrar su tristeza con capas de maquillaje , pero su perfume tiene el mismo olor a llanto.
Está preparando su feliz navidad, mañana en su último viaje en metro, abandonará su vil existencia arrojando su inútil cuerpo a las vías, despidiéndose del amargo olor a llanto.
Ahora suenan las sirenas como gritos de dolor de la noche, esa dulce criatura cometió un error indescriptible , pudo ser feliz, hubiera sido feliz, lo merecía pero dicen los testigos presenciales que al caer ella a las vías, el metro se llenó de un extraño olor, agradable, romántico y hasta alucinante, el olor del algodón de azúcar que ella probó cuando pudo ser feliz.
Monserrat Ordaz
Revista Gótica No. 24
Pág. 19 (Diarios góticos)
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